Pablo Pérez en el Oeste de Caracas

sábado, 3 de septiembre de 2011

"El chavismo: La hipnosis" por Alonso Moleiro


Todo el entramado social y político que acompaña al gobierno sigue anestesiado mediante el efecto de un alienante carrusel de consignas, medias verdades, mentiras y lamentables simplificaciones, sobre las cuales descansan sus obsesiones y sus prejuicios

Alonso Moleiro
http://www.talcualdigital.com


Viven los voceros del gobierno hablando de debatir, de dar batallas, de ganar la batalla de las ideas. No se dignan, entretanto, a poner un pie en el escenario de la confrontación. Ninguno quiere asistir a espacios en los cuales deban someter a un examen lo que están haciendo. A contrastar tesis con gente que piense distinto.

Salvo excepciones aisladas, que no hacen sino confirmar la regla, la vocería del oficialismo no concede entrevistas, sigue renuente a ejecutar cualquier balance crítico y no está dispuesta a examinar sin prejuicios los resultados de su proceder.

Valga lo dicho para la inflación, el hampa, el desempleo o la producción industrial del país.

Todo el entramado social y político que acompaña al gobierno sigue anestesiado mediante el efecto de un alienante carrusel de consignas, medias verdades, mentiras y lamentables simplificaciones, sobre las cuales descansan sus obsesiones y sus prejuicios.

Banderas, fechas, consignas, citas con la historia: el chavismo vive metido en una hipnosis. Las palancas que sirven de inspiración a sus ejecutorias están anegadas en un confuso artificio.

Es un curioso combustible para enmascarar la realidad: el país está sumido en una dolorosa decadencia; no hay decisión de gobierno que no agrave los problemas que ya existen; la vida de los venezolanos se ha convertido en un calamitoso paquete de contrariedades que se alternan.

Rezando este curioso rosario de refritos conceptuales, sin embargo, los diputados del gobierno, los funcionarios del gobierno, los empresarios y amigos del gobierno, los periodistas y los empleados del gobierno, parecen distraerse en este ritual para obtener algún halo inspirador adicional que les permita sobreponerse al dictamen de los hechos. Así le encontrarán sentido a lo que hacen.

A nadie debe sorprenderle, por cierto, que el primero en predicar con denuedo los deberes supremos en la confrontación de una presunta "batalla de las ideas" sea nada menos que Fidel Castro. Este curioso personaje barbado al que no le gusta que le lleven la contraria y que, mientras sigue siendo reverenciado por ciertos intelectuales, tiene unos cincuenta años proscribiendo la circulación de libros.

Ahogando, incluso con cláusulas penales, la existencia de espacios para la reflexión en los cuales se viertan opiniones distintas a las suyas.

No se trata, si quiera, de que el número de intelectuales y pensadores alineados con el actual gobierno sea el minúsculo puñado de personalidades que todo el mundo conoce.

La carencia de cuadros vinculados al pensamiento en el chavismo es escandalosa: piénsese, por un momento, cuantos años tiene la nación viendo rotar a los mismos rostros en toda suerte de carteras ministeriales. Rara vez alguno de ellos le presenta a la opinión pública en sus reflexiones una idea propia.

En la aplastante mayoría de los casos, lo que hacen, en términos semánticos, es reproducir con ligeras mutaciones los contenidos ya vertidos por Hugo Chávez. Reflexiones que, como sabemos, no pueden ser ni siquiera medianamente sometidas a revisión, y mucho menos en público: reflexiones en boca del Comandante tienen el estatus de una orden.

Tras casi 13 años en el poder, el gobierno no tiene, por ejemplo, vocería económica calificada. ¿Conoce el lector algún economista en ejercicio que sea conocido y que por voluntad propia haya decidido acompañar los postulados del presidente? Inflación, crecimiento, precios, tasas de interés: la realidad económica en Venezuela no tiene interpretación de ninguna especie: está siendo obligada a pararse firme y a discreción.

Libros, ferias de cultura, espacios humorísticos. Programas de opinión. Es un espectáculo penoso. En el entorno cultural afín al gobierno las cartas están marcadas. La autonomía de pensamiento está completamente secuestrada.

Personajes grotescos y chapuceros, esbirros mediáticos con talento para el insulto y la amenaza. O bien florentinos comunicadores que no son sino funcionarios públicos, y que adelantan, en medio un remedo profesional que pretende hacerse pasar por imparcial, entrevistas cuyo objetivo final es forzar una atmósfera para que todo el mundo salga peinado en la foto.

Cualquiera podría afirmar que habría que comprenderlos: están metidos en una dinámica de la que ya no pueden sustraerse. Lo grave, lo paradójico, es que trabajan duro para que el resto del país ingrese a ese doloroso carrusel de la obediencia debida en el cual están metidos, a fin de cuentas por voluntad propia.

http://www.talcualdigital.com/nota/visor.aspx?id=56946&sec=0&colum=65

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