Pablo Pérez en el Oeste de Caracas

sábado, 16 de julio de 2011

VENEZOLANIDAD / Rafael Marrón González


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Sábado, 16 de Julio de 2011
Por Facundo Cabral…


Siempre me he preguntado qué pueblos son estos de Latinoamérica -aunque esa pregunta se pueda aplicar con igual propiedad a los demás pueblos del mundo cuyos actos barbáricos, criminales e impíos conmocionan la conciencia de la humanidad auténtica, aunque cierta parte parece haber entrado en razón y trabaja y actúa por los preceptos que nos definen como seres diferentes a los depredadores del reino animal, pero siempre con pústulas irredentas como ETA en España o en Italia la Mafia. Que al fin y al cabo son la misma cosa pútrida. En estos tierreros, con aspiraciones civilizatorias, el crimen constituye opción para cierto número de primates que esperan apoderarse del poder para zampar, a sangre, tortura, miseria y muerte, su ideología esquizofrénica -todas los son- a la sociedad evolucionada, desarrollada, en nombre del pueblo, que para ellos será siempre la parte poblacional que no logra despegarse de la ignorancia. Que es la desgracia cierta de Latinoamérica y que produce gente sin alma. Y esta perversión -en todas sus posibilidades- se sustenta en un hombre providencial -ungido por el Ser Supremo, que todo lo sabe -por ósmosis- y todo lo soluciona al solo toque de su magistral dedo índice -arqueado sobre un gatillo- que enrumba la patria hacia un destino imaginario, sustituyendo el trabajo, el estudio y la responsabilidad por la incondicionalidad pródiga que depara bienes a granel, aunque nunca alcanzan para el pueblo -ni siquiera para el que lo sigue, que vivirá siempre como ha vivido, esperando que llueva café, lo que suele confundir con esperanza. Esta suerte de dioses tutelares -ridículos para el arrabal de la historia- les suelen salir cíclicamente a estos pueblos -como espinillas en las nalgas- coadyuvando la degradación moral y la dependencia parasitaria que dificultan la posibilidad de desarrollo, tanto intelectual como de la voluntad, que podrían colocarlos en el sendero real del progreso. Ejemplos sobran de estas alteraciones furunculares que esconden su patológica criminalidad congénita tras estrafalarias revoluciones que suelen terminar como cubiles de ladrones y dictadores. Que es la misma vaina. No hay país de esta Latinoamérica confundida que no sufra el escarnio de haber engendrado en su seno una importante muestra de esta aberración criminal, pivotada en la “justicia social”, que se ramifica, para unirse más adelante, en delincuentes políticos y delincuentes económicos, aunque, gracias a Dios, no todos han alcanzado el poder pero sí han hecho el daño necesario. En Venezuela tenemos la desgracia de vivir un proceso político -conducido por un “comandante” atrabiliario, hazmerreír del mundo, aunque en secreto por lo de la chequera munífica, que después de poner al país al borde de una guerra civil sale con el lagrimeo de que “tiene cáncer” para dar lástima- cuyo lema no puede ser más revelador de su intrínseca criminalidad: Patria socialista… o muerte. Seguro estoy que buena parte de los que lo proclaman son débiles mentales incapaces de diferenciar ni el bien del mal ni lo verdadero de lo falso. Ni conciencia ni criterio. Pero aquellos que han fusionado la política -eminentemente civil- con la premisa de tierra arrasada del pensamiento militar -el desfile del 5J fue su clímax- están bien claros sobre lo que ese lema implica, pues la historia les ha revelado que la única manera de que un hombre resigne sus derechos es mediante el asesinato organizado desde el Estado, que es lo que conocemos como “genocidio”. Por eso cuando escucho a esos reclutas ignorantes, inspirados por la imagen supermánica del ídolo, gritar “socialismo o muerte”, con el rostro transfigurado por el odio y un fusil de asalto en las manos enguantadas de rojo -más me convenzo del triste destino que espera a esta nación con la mitad de su gente creyendo que socialismo es capitalismo pa’ los obreros y que el gobierno tiene que darles hasta la comida en la boca porque “somos venezolanos”. El derecho sin obligaciones. Pueblos enloquecidos por el señuelo del facilismo, sin saber lo que quieren, que marchan a tambor batiente hacia su propia destrucción arrastrando tras de sí la historia de la patria avergonzada. Ya Bolívar lo definió en su Manifiesto de Carúpano, en 1816: “Ciegos esclavos que pretenden atarnos con las cadenas que ellos mismos arrastran”.

Violencia neandertálica

Latinoamérica parece ser el último habitáculo del hombre de neanthertal, al que el comunismo dotó de justificación para su violencia: Luchar contra la exclusión, que significa destruir piedra a piedra todo lo edificado en siglos de desarrollo humano, para reeditar el mito del Ave Fénix. Los desheredados de la tierra bien merecen vivir en un mundo desértico, sin cultura ni inteligencia ni porvenir atados al botalón del caudillo munífico. Este discurso insensato desvía la lucha social de los pueblos hacia la delincuencia donde es fácil pasto de las mafias que pululan en la charca del populismo, como la herencia que dejó el despreciable Fidel Castro en Guatemala, que se ha convertido en el país más violento del mundo, cuya última expresión de maldad fue el asesinato del mensajero mundial de la Paz, Facundo Cabral -“la violencia es una estupidez”- que ha anegado de tristeza los ojos de la humanidad.

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