Pablo Pérez en el Oeste de Caracas

lunes, 6 de junio de 2011

CÓMO HABLARLE Y ENFRENTAR A CHAVEZ Y AL CHAVISMO

Tiempo de Palabra
CARLOS BLANCO
EL UNIVERSAL
domingo 5 de junio de 2011



Una idea perniciosa en la oposición es pensar que los chavistas son seres desorientados y engañados por su jefe. En consecuencia habría que hablarles bonito, despacio, con cuidado, sin atacar al líder, no sea que se pongan muy bravos y dejen de prestar sus oídos a la melodía opositora. Con sigilo, sin atacar a Chávez, no sea que se den cuenta que los quieren atraer con cantos de "ballena" para divorciarlos de su adorado conductor. Esta visión supone exactamente lo que Chávez y su grupo piensan del pueblo opositor: están engañados por sus dirigentes; así, la tarea del caudillo sería la de quitar el velo que les oscurece el entendimiento a estos buenos ciudadanos, seducidos por la propaganda burguesa. En forma simétrica actúa la dirección opositora, y el "buen salvaje" chavista debe ser socorrido para que se dé cuenta que Caperucita Roja en realidad es el Lobo Feroz con idéntica caperuza.

Estos dirigentes opositores sostienen que a los chavistas no hay que atacarles el objeto de su amor -Chávez- porque de hacerlo, los cautivados por el caudillo se cerrarían a los cánticos opositores. Habría, entonces, que pasarles la mano y hablarles elípticamente: no mencionarles a su líder en forma crítica; subrayar cómo Chávez se ocupa de los pobres y otras sonseras parecidas.

Esta historia no pasaría de ser una opereta si no fuera porque es una estrategia equivocada y perdedora.

El pueblo no es inocente. En este drama no hay inocencia, ni engaño, ni confusión. Todo el mundo actúa en la creencia de que defiende de la mejor manera sus intereses, incluidos -cuando existen- los afectivos. Los chavistas de a pie saben lo que los antichavistas de a pie también saben. No necesitan unos dirigentes para saber que la situación es mala, que la inflación les come, que la criminalidad los azota, que el empleo es precario cuando existe, y que comprar más barato en Mercal, o enchufarse a una "misión" es un paliativo al que hay que echar mano. Los chavistas de abajo saben que el gobierno es malandrín y que no funciona. Se distinguen de los opositores en que todavía tienen fe en que su líder hace todo lo posible por remediarlo, confían más en Chávez que en los dirigentes que se le oponen. Por lo tanto, el sermón para separarlos del jefe por su pésimo gobierno es inútil porque ya saben que esto no funciona; no se apartan de él por otras razones y no va a ser una cháchara desde la acera de enfrente la que lo logre. Más bien puede ser contraproducente porque al tratarlos de ese modo se les asume como débiles de entendimiento, a pesar de que unos inspirados dirigentes hayan asumido la labor de iluminarlos.

Esa idea de que a los chavistas hay que hablarles "pasito" para que no crean que los que le hablan están ferozmente contra Chávez implica un inmenso desprecio a ese pueblo que se trata de "conquistar" o seducir. La mera locuacidad no convence, sólo pueden hacerlo la vida, sus conflictos, logros y derrotas, transmutados en discurso. Dicho de otro modo, Chávez está donde está no porque parlotea (hasta la exasperación) sino porque (para muchos) le dio sentido a sus frustraciones y esperanzas; y lo hizo sin concesiones, hasta el punto de ofrecer freír en aceite las cabezas de quienes se le oponían cuando esos que se le oponían eran poder. Imagínense nada más a los asesores de Chávez entre 1992 y 1998 diciéndole que no atacara a AD y a Copei porque muchos venezolanos se identificaban o tenían relaciones afectivas con esos partidos. Precisamente por atacar sin cuartel a esos partidos obtuvo centenas de miles de votos de adecos y copeyanos desencantados de sus propias tiendas. Si hubiera escuchado los prudentes consejos de no meterse con AD y Copei no habría pasado de Elorza. Chávez, entonces como minoría, le dio duro al poder, sin concesiones, siendo un golpista que no mostraba arrepentimiento por la sangre derramada; su firmeza le ha dado rendimiento político por casi veinte años.

Enfrentar a Chávez. La idea de que los opositores deben andar de aldea en aldea como evangelizadores para persuadir a los chavistas no es convincente. Lo único que a éstos convencerá es su propia experiencia y sólo se moverán del afecto a Chávez cuando otro proyecto de poder, duro, radical, y otro afecto, se les hagan apetecibles. Lo que tienta no son las carantoñas (no nombrar a Chávez, por ejemplo) y poner cara de buena gente y servicial, sino una nueva épica, capaz de competir con la que prevalece.

Enfrentar a Chávez radicalmente no significa insultarlo ni complacer la degradación del lenguaje con el estilo de albañal que lo caracteriza. Enfrentar a Chávez no es pretender ser como él, pero mejor; no significa ofrecer lo que él, pero más; no implica hablar tanto como él, pero con tonos rosado-picure. Enfrentar a Chávez es no hacerle concesiones a su proyecto en ningún terreno; no asumir que PDVSA es "nuestra"; ni siquiera que compartimos un país porque el de él ha sido entregado a las mafias cubanas.

Los chavistas que se han desprendido del regazo de su líder lo han hecho no por la palabra inspirada de los opositores sino por los padecimientos que ellos han vivido por su propia cuenta y que los han llevado a la ruptura, lo cual siempre depende de historias personales, sociales y políticas en las que cada cual está envuelto. Rompen porque están hasta la coronilla y formarán parte de las huestes disidentes si ven allí decisión y coraje.

Pese a que los dirigentes partidistas llevan años en la tarea de convencer a la gente que ha marchado, ha puesto los presos, los exiliados, los muertos, los sacrificados, que las luchas que han librado han sido un desastre, lo cierto es que la masa fundamental de lo que hoy es oposición se constituyó entre 2002 y 2007 en el marco de esas luchas, en la calle; en confrontaciones, unas exitosas y otras derrotadas. Fue la posibilidad del poder, fue la idea de que había gente bregando por el poder lo que generó eso que fue un tiempo heroico, el de las masas titánicas al descampado.

¿Sólo elecciones? El país se enrumba hacia las elecciones y la oposición a seleccionar su candidato unitario, lo cual es una excelente noticia. Sin embargo, la lucha que se va a dar, aunque incluya las elecciones, no es una lucha electoral; sino que puede ser, más bien, la confrontación de proyectos de poder. Prepararse sólo para las elecciones y usar los recursos para seducir en forma convencional al electorado es una trampa mortal. Si se enfrentan las condiciones electorales la situación puede ser otra. En este proceso no se trata de seducir sino crear un nuevo centro de gravedad con un proyecto de poder capaz de enfrentar a Chávez sin concesiones.

No hay nada más convincente que el poder y una vocación real de poder no se manifiesta cortejando, como débiles políticos, a los chavistas, sino en la epopeya del desafío a su líder.

www.tiempodepalabra.com

Twitter @carlosblancog

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