La oposición no es una manada de irresponsables sino gente que se enfrenta a la barbarie.
La antipolítica es el imperio de la adrenalina, la obviedad suicida, la reacción plana y emocional. Y el radicalismo, la forma más generalizada de encubrir la carencia de sal en la mollera.
Lea gacetillas de insultos y calificativos y verá detrás engolados, flatulentos y descerebrados. Si el Gobierno tiene la posibilidad de hacer trampa electoral, el antipolítico llama a abstenerse.
Fidelito provoca y la antipolítica, enchumbada de adrenalina -como el día que votó por él- empujó el paro petrolero. El antipolítico no sabe de cautela, negociaciones ni diálogo, por eso Fidelito es el rey de la antipolítica. Desprecia la gradualidad, la acumulación de fuerzas: sólo acepta los topo a todo, las jugadas de Rosalinda. No entiende que las transiciones que en el mundo han sido, fueron posibles porque, luego de confrontaciones, las partes aceptaron, desde España hasta Chile, pasando por Nicaragua y el mundo comunista.
La antipolítica se aferra a frases bobas "aquí no hay salida electoral" o "el país no aguanta más", "Chávez vete ya".
La política enseña que para triunfar hay que sobrevivir primero.
El antipolítico lo perdió todo, partido, empresa, empleo, en un arranque heroico (y estúpido) No saben que Violeta Chamorro tuvo como ministro de Defensa a Humberto Ortega, hermano de Daniel. Que Pinochet, para irse, se aseguró el control del Senado.
Ledezma dijo en Brasil que la entrada a Mercosur de Venezuela era una manera de atrapar al régimen en un algoritmo que dificulta su dictadura. Eso provocó reacciones y un comprensible debate. Casualmente los que reaccionaron con saña asesina, son los que sólo aciertan cuando se equivocan. Hay que agradecerle a Ledezma sus operaciones internacionales que lavan los errores cometidos en estos años de antipartidismo y malderrabia que oscurecieron la justicia de sus motivos.
Ahora se le demuestra a la comunidad internacional que la oposición no es una manada de irresponsables que chapotean en la barbarie, sino gente que se enfrenta a la barbarie.
Los empresarios señalan argumentos que deben ser oídos. Pero con respecto a Mercosur estamos en el peor de los mundos, pues al ser miembros informales, nuestra economía paga todas las desventajas y ninguna de las ventajas de la asociación. Si Venezuela llegara a entrar a esa alianza -que atraviesa un mal momento, pues Brasil, en su expansión devora todo-, habría que reclamar el cumplimiento del Protocolo de Ushuaia sobre democracia y también el reconocimiento de las "asimetrías" en materia productiva.
Así ha sido en todas las alianzas comerciales exitosas del mundo. La Unión Europea dio a España y Portugal un trato especial que les permitió avanzar rápidamente y ponerse al paso. Esa es la doctrina Ledezma.
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