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Opinion - Dom 28/08/2011
Se sigue ampliando y fortaleciendo el cauce electoral hacia las primarias de la alternativa democrática. La candidatura de Pablo Pérez, gobernador del Zulia, por Un Nuevo Tiempo, viene a vigorizar el debate opositor. Bien recibido por los otros candidatos de la unidad, es un buen ejemplo de las características que debe tener la contienda. Así las cosas, el rumbo es pos de los comicios primarios de febrero de 2012, apunta unos elementos más a favor de la transición democrática. Una vez resuelto el cuadro definitivo candidatural de la MUD, será el discurso de los mismos candidatos el tema central de un mensaje que debe llegar a lo más profundo de la emoción y de la credibilidad del pueblo venezolano.
El asunto relativo a la justicia social y la inclusión, conjuntamente con el planteamiento sobre la descentralización, parecen ser claves en un país donde los desniveles sociales y la concentración de poder y el caudillismo decimonónico militarista y personalista, vienen haciendo un inmenso daño a las posibilidades del desarrollo nacional. Las grandes transformaciones democráticas y la renovación profunda de las instituciones políticas y sociales del Estado, son una materia pendiente que no puede seguirse posponiendo sin correr grandes riesgos de ingobernabilidad e inestabilidad permanente. En la Constitución del 99, de hondo aliento social, está el programa para comenzar a transitar el camino de los cambios necesarios que lleven a la República a salir del pantano chavista.
La descentralización tendrá un buen destino en la medida en que la constitución -pateada por el chavismo- logre efectividad e inserción en la vida política nacional, afianzando sus contenidos e infiriendo dinámicamente el camino de la nación. El estatismo y el presidencialismo primitivo, dirección a donde nos empuja el soci-abismo es, en estos inicios del siglo XXI, una regresión oscurantista. El Estado democrático de nuestro tiempo marcha en el sentido de un federalismo autonómico, el pluralismo y el equilibrio de los poderes, mediante la contención de las hegemonías, convirtiéndose en el desiderátum de la Venezuela progresista.
La cuestión referida a la importancia de los estados y municipios, debe plantearse de nuevo con fuerza para derrotar el centralismo reencauchado que desde Miraflores autocráticamente se quiere instaurar como una novedad. Las llamadas instituciones intermedias -estados, municipios, parroquias y consejos comunales- deben construir el eje vertebrador de una institucionalidad política que permita al Estado Nacional su desarrollo estable y armónico.
Pero, los estados tienen el compromiso de retomar la vitalidad perdida, reconquistando las competencias y los recursos que un centralismo anacrónico les ha venido sustrayendo sistemáticamente hasta convertirlos en meros cascarones vacíos e inermes, el Estado Táchira es un ejemplo del desprecio y crueldad por parte del Gobierno Nacional. El tópico descentralizador es así, entonces, una preocupación y un acicate permanente de gobernadores y alcaldes para encontrarle sentido al renacimiento de la República y coordinar también el desenvolvimiento de las políticas públicas, en conformidad con lo que establece la norma constitucional.
El papel determinante de los liderazgos regionales se impone como una urgencia, en la apertura de una discusión que reestablezca el verdadero peso político de las entidades federales hacia la transición.
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